La venganza del acúfeno radiactivo
Era una fría noche de invierno. Estaba viendo la televisión en el salón, con el brasero encendido bajo la mesa y tapado hasta arriba con unas faldillas, como digo yo, con una pose de abuelo. Ya era un poco tarde y me resistía a caer bajo las garras de Morfeo cuando, al fin, decidí que era el momento de ir a la cama. Apagué todos los aparatos eléctricos a mi alrededor siguiendo el ritual de todas las noches: brasero, televisión y lámparas. Comprobé que la puerta estaba cerrada y que el gas está apagado y voy al dormitorio. La habitación estaba especialmente fría aquella noche, por lo que voy al armario y saco una manta extra para echarla sobre la cama.
Una vez dentro de la cama, apago la luz de la mesita de noche y cierro los ojos. Cuando, de repente, empiezo a tener un ligero presentimiento, algo difícil de describir, parecido a cuando, hace muchos años, alguien encendía uno de aquellos televisores de tubo y, aunque estuviera sin volumen, lo sentías desde otra habitación; sabías que era algo extraño, era algo que querías escuchar, pero no llegaba el oído a escucharlo. En el caso de la televisión sabías que estaba ahí, pero ahora mismo, nadie tiene televisores de tubo y a esas horas, no creo que nadie se ponga a experimentar con ultrasonidos, ni frecuencias próximas a ellos.
Como era lógico, no podía dormir, me hallaba intranquilo dando vueltas en aquella cama, que por momentos me parecía enorme, aunque si me situaba en medio era capaz de tocar con las manos los bordes de la cama, cuando me ponía de lado en un borde, abría los ojos y miraba hacia el otro lado, la vista se extendía recorriendo aquellas suaves sábanas azules. A pesar de la poca luz que entraba por la ventana, pasado un rato en la oscuridad, era capaz de apreciar algunos colores.
Me tumbé boca arriba y decidí practicar la respiración diafragmática para relajarme y quedarme totalmente dormido, tranquilamente tomaba aire por la nariz, hinchando el abdomen, inspiraba, retenía el aire un par de segundos y espiraba tranquilamente por la boca intentando concentrarme en la respiración para alejar la atención de aquella extraña sensación cuyo origen desconocía.
Pasé varios minutos respirando pero cuando creía que me había olvidado de aquella sensación, notaba cómo aparecía de nuevo. ¿ Era mi piso ? ¿ Había obras en la ciudad ? ¿ Un experimento científico ? ¿ Era un chisporroteo eléctrico en mi casa ? ¿ o en casa de un vecino ? Me levanté de la cama, cogí el teléfono móvil, encendí una luz y salí de la habitación en dirección al pasillo, estando ya en mitad del pasillo, volví a la habitación casi arrastrando los pies de cansancio y apagué la luz. Cuando llegué al final del pasillo, apagué también esa luz, encendí el móvil y me guié hacia el bloque de interruptores magnetotérmicos del piso, con un gesto de resignación apagué el interruptor general pensando que, si hay una avería, ya me encargaré de ella mañana y a la vez me decía a mí mismo, que los alimentos del frigorífico y el congelador aguantarían hasta el día siguiente ya que no se iba a abrir.
Ayudado con la luz del teléfono volví a la cama, me metí dentro, me tapé con las mantas y cerré los ojos para, por fin, intentar dormir. Mi respiración se hace un poco más lenta, todo está en silencio y sonrío relajado. Pero, de repente, aquella sensación vuelve, abro los ojos rápidamente. Cojo mi teléfono móvil, desarmo la tapa trasera, retiro la batería y vuelvo a cerrar los ojos. La sensación no desaparece.
Me levanté de la cama, esta vez, cogí una bata. Aprovechando que mi habitación tiene acceso a la terraza a través de una puerta, subí la persiana de esa puerta, y salí a la terraza. Sentía cómo el aire frío tocaba mi cara, respiré hondo e intenté percibir aquella sensación que no me dejaba dormir, en ese instante no la sentía. Debía ser algo que tenía algún vecino. Al día siguiente me encargaría de ello. Estaba muy cansado y volví a entrar a la habitación, me quité la bata y me metí de nuevo en la cama. Creo que cogí algo de frío en la terraza.
¿ Y si son extraterrestres que van a venir a la Tierra ? Tal vez todavía están lo suficientemente lejos como para no ser vistos, y lo suficientemente cerca como para que les pueda percibir. Siempre he tenido buen oído y puede que seamos pocas personas en el planeta capaz de notarles… Bueno, eso es demasiado raro, tal vez los extraterrestres estén a varios miles de metros de altitud, con algún sistema avanzado de invisibilidad para no ser detectados, pero claro, los sistemas de propulsión tienen que hacer ruido y aunque, al lado de la nave podría resultar ensordecedor, a la distancia a la que me encuentro tal vez llegue así el sonido… Pero seguro que personas que vivan a mayor altitud lo habrían detectado, incluso aparatos de monitorización, habría salido en las noticias… a no ser que la onda sonora haya estado superpuesta a otra que la anule, pero precisamente en este punto de la casa se hayan dado las condiciones para que eso no pase, a lo mejor por la disposición de los demás edificios o la piscina de en frente de mi ventana…
Creo que aquella noche me dormí con aquel extraño sonido o sensación… no sé exactamente si dejé o no de sentirlo, pero me dormí imaginando conspiraciones extraterrestres y alejando mi mente de aquello. Me picaba mucho la curiosidad, y aunque al principio me preocupaba, dejé de obsesionarme con qué era y le resté importancia a la amenaza.
A la mañana siguiente me levanté más tarde de lo normal. Ninguna alarma había sonado y estaba tremendamente preocupado porque no me iba a dar tiempo a ir a trabajar. Prácticamente todas las mañanas pasaba un camión por mi calle unos minutos antes de salir de casa y me desperté con él. Di un salto de la cama, y corrí a encender el interruptor general, abrí el frigorífico para echar un trago de leche y corrí al dormitorio a vestirme mientras ponía la batería al teléfono móvil. Antes de salir de la habitación, intenté quedarme un momento sin hacer ruido, para ver si volvía a tener aquella sensación, pegué la oreja a la pared que da a la casa del vecino y nada.
No tenía mucho más tiempo para hacer pruebas, por lo que salí corriendo de la habitación, fui a la cocina, cogí un bollo y salí de la casa a toda prisa. Bajé las escaleras de dos en dos, llegué hasta la puerta principal, en ese momento vi que entraba un vecino, así que le sujeté la puerta, le saludé y salí corriendo en dirección a la parada del autobús.
Una vez en la oficina, trabajo con ordenadores, no dejaba de pensar en aquella sensación que había tenido la otra noche. Así que decidí hacer una búsqueda por Internet antes de empezar con mi rutina. Lo de los extraterrestres, descartado. Encontré algo de información sobre orgasmos cerebrales, personas más sensibles al sonido que eran capaces de escuchar lo que otras personas no escuchaban… tal vez eso me esté pasando a mí.
Cuando volví de trabajar, decidí pasar por casa de mi vecino, para ver si había comprado algún aparato nuevo, o sabía de un fallo eléctrico en su casa, en su dormitorio porque en el silencio de la noche tenía esa sensación, pero el vecino me miró con una cara de que no entendía nada. Al principio creo que me consideraba una amenaza, ya que nunca nos hemos cruzado en el pasillo, pero después me despidió diciendo que él no había puesto nada nuevo. Llegué a casa, a las ocho de la tarde, sin una respuesta. Cuando entré por mi puerta, intentaba escuchar aquello, percibir aquella sensación, quedarme en silencio y recorrer todas las habitaciones en busca que ese objeto extraterrestre que me arrebató la tranquilidad la noche anterior. Pero no tuve éxito, tras recorrer una a una las habitaciones, detenerme en varios puntos y permanecer en el más absoluto silencio posible, no sentí nada. ¿ Sería cosa de una noche ? Tal vez esa noche pudiera al fin dormir bien, y descansar.
Ya os adelanto una cosa, no fue así.