Una comunidad tóxica, personas bajo la influencia de un aura negativa
Hay experiencias que son capaces de cambiar la forma de ser de una persona, aunque ésta no es una de ellas. Ésta es de las que por muy difícil que resulte, nadie va a poder conmigo. Aunque me alegro mucho de que haya terminado esta etapa de mi vida.
Todo empezó hace 4 años, cuando con toda la ilusión del mundo vas a empezar una nueva etapa de tu vida: ¡vas a vivir con tu pareja! Es una etapa bonita, en la que estábamos inundados de sentimientos, esperanzas y de lo bien que vamos a estar. Por lo que después de buscar un poco, encontramos un piso en la zona que queríamos, a un precio más o menos asequible (no era caro, pero tampoco barato, para ser sinceros, suponía un esfuerzo pagar el alquiler todos los meses). Aunque ya sabíamos que no era el piso de nuestros sueños nada más verlo, era un primero bastante bajo, la distribución, desde el principio no nos gustó, la acústica era un poco extraña: las paredes eran muy finas, se oía perfectamente a los vecinos, y después de 4 años no sabías dónde ubicar cualquier sonido; desde el primer momento sabíamos que algunos desagües no funcionaban bien y no había posibilidad de reparación, y algunas cosas más; pero para aquel momento de nuestras vidas, no estaba mal. Eso sí, el edificio tenía unos 3 años de antigüedad, por lo que muy muy mal no debía estar.
Las primeras palabras de la casera nada más llegar al piso, antes que un saludo, un “¿cómo estás?”, o directamente ayudarme a pasar una caja de mis pertenencias al piso (estaba en plena mudanza, aunque hubiera sido mucho pedir un gesto amable por su parte), fue un: “¿me pagas ya?”, aunque ya hablaré sobre caseros más adelante.
No creo en la existencia de puntos oscuros ni auras negativas, ni fantasmas ni nada parecido ni esotérico, pero aquel edificio tenía algo, nada más salir a la calle y cruzarte con algún vecino por las escaleras para que una mirada de odio cayera sobre mí. Teníamos patio, y veíamos cómo los patios de los vecinos de al lado estaban limpios, y no se veían unas personas de limpiar demasiado; aunque en nuestro caso, los vecinos arrojaban de todo con cierta frecuencia, aunque sobre todo colillas y basura; por lo que el patio empezó a ser una de las habitaciones prohibidas del piso, limpiábamos alguna vez, pero poco más.
Cuando llevas unos meses en el piso, más o menos sueles conocer a algunos vecinos, en el primer año habíamos visto a unos 6 vecinos (de un edificio de 26 pisos), aunque sólo conocíamos la voz de dos personas, el vecino que teníamos justo al lado (porque se oía desde nuestro piso), y una vecina de un piso desconocido que fue la única que nos contestó al “hola” que se suele decir cuando te cruzas con un vecino en la escalera. Las demás personas no sólo no habían contestado a un saludo, sino que cuando veías que iban a pasar al edificio, les esperabas con una sonrisa en la boca, les saludabas cuando pasaban, y no se dignaban a mirarte… ¡ y mucho menos dar las gracias ! (no estoy diciendo que nunca lo hiciera nadie, en 4 años a alguien se le escapó, pero no era muy común). Además, ellos no eran capaces de hacer lo mismo por ti. Esas veces que vas a pasar por la puerta, y ves que hay un vecino pasando también, estableces contacto visual con el vecino, y de repente a éste le entra un calambre que le incita a abrir la puerta lo más deprisa posible, cerrarla y montarse en el ascensor y subir a su piso a toda velocidad, con lo que te quedas con cara de tonto sacando las llaves y pensando: ¿qué hago yo relacionándome con esta gente?
Lo realmente gracioso llega cuando empiezan a entrar primero hormigas, pero no una hormiga perdida, ni una de vez en cuando, sino que era imposible atravesar el pasillo sin matar unas cuantas hormigas a cada paso, y al principio estaban un poco perdidas, pero luego encuentras agujeros en puntos estratégicos por donde salían… bueno, da un poco de asco, pierdes una mañana de trabajo y seguimos con nuestra vida. Más adelante vendrán las cucarachas, aunque éstas amigas nuestras venían por épocas, todos los años había unos 3 meses de riesgo de cucarachas que nos hemos encontrado en las paredes del salón, alguna habitación, cocina y baños, además de alguna perdida que salía de su época… y un día descubres que en todos los edificios de alrededor fumigan todos los años, menos en este.
¡Claro! En ocasiones recibíamos el resumen de los gastos de la comunidad… y poner un cartel en la puerta eran 20€, cambiar un interruptor, unos 70€, pintar una puerta, unos 300€; por lo que si deciden fumigar… ¿llegaremos a los 1000€?
Aunque eran muy asquerosas, molestas y nocivas para la convivencia con humanos, teníamos también vecinos mentirosos justo arriba. Una noche a eso de las 23:30 se empieza a escuchar un pitido intermitente, primero las pausas entre pitido y pitido eran muy largas, pero el pitido se mantenía hasta las 4 y pico de la mañana, cuando las pausas entre los pitidos eran de uno o dos segundos. Durante varias noches, nos dio tiempo a investigar desde dónde venía el ruido, aunque desde el primer momento sabíamos que era un SAI… llevo mucho tiempo entre ordenadores para distinguir el sonido de un SAI; lo difícil era saber el piso porque la acústica era malísima. Cuando lo descubro, subo al vecino y le hablo del SAI, para decirle que llevo 3 noches casi sin dormir porque el SAI se calla a las 4 de la mañana, y lo primero que me dice es que no tiene. En ese piso había una oficina, aunque la mujer que te abría la puerta no destacaba precisamente por su amabilidad… ni por su buen aliento. Tras más de una semana de insomnio y varios días insistiendo en el SAI, admitieron que tenían uno… y tras uno o dos días más, fueron capaces de admitir que fallaba (aunque hizo falta una llamada telefónica a las 12 de la noche al dueño del negocio para que se pusiera las pilas). Esto volvió a pasar al año siguiente, aunque necesité subir menos veces para que entendieran que me molestaba, y algún día suelto también volvía a suceder, pero al final arreglaron el problema.
Otra aventura (si no me quejo de las aventuras, pero para ser un piso con 3 años me parece demasiado), fue el ¡ grupo de presión de agua ! Todo empezó una noche, a las 21:00 cuando parecía que el vecino estaba pasando el aspirador, pero bueno, era una hora “decente” todavía, por lo que no está mal… una hora más tarde, el ruido era mucho más fuerte, aunque sólo se escuchaba desde la cocina, así que no le prestábamos mucha atención, a las 00:00 me asomo a ver si ha parado el ruido y ¡no! aunque cuando salgo del piso para ver de dónde viene, cesó.
Al día siguiente la historia se repite, y parece venir de las cocheras, como no tengo llave y no molestaba en exceso, además, para la hora de dormir ya no sonaba, pues no pasa nada.
Pasada una semana, el sonido era como si estuviera una lavadora centrifugando y no se callara, en ese momento me dio tiempo a bajar abajo, ver de dónde venía el ruido, pero no tenía acceso y no podía parar el ruido, aunque esa noche fue diferente, el grupo de presión seguía sonando sin parar, y cada vez más fuerte, por lo que me puse a buscar al presidente de la comunidad, que creo que era el paso lógico.
Mis intentos de buscar al presidente al principio no dieron fruto, aunque sí encontré al vicepresidente por un papel en el tablón de anuncios del edificio, por lo que llamé a su puerta y le comenté el problema (reconozco que no eran horas normales, pero yo vivía justo encima del grupo de presión; por otro lado, lo mismo el edificio se quedaba sin agua). La respuesta del “vice” no tuvo precio:
– Déjame en paz – y colgó el telefonillo.
Por lo que insistí para preguntar por el presidente, y me responde:
– No lo se! Deja de llamar! –
La empresa encargada del grupo de presión, sólo abría hasta las 18:00 y no tenían teléfono de urgencias, bueno, según decía el contestador, el teléfono de urgencias era ese… por lo que la empresa sólo atendía urgencias 9 de 24 horas al día, eso sí, los fines de semana, están cerrados. Al final, gracias a un vecino que hablaba para los botones de su camisa, di con el presidente. Tenía muchas esperanzas, por lo que subí corriendo, el presidente vivía en el ático, en lo más alto del edificio, pero el fin del problema estaba ahí. Cuando lo único que me dijo fue:
– No es problema mio –
A lo que yo le expliqué, – Usted es el presidente de la comunidad, tiene las llaves y puede acceder a recursos que yo como inquilino no puedo –
Pero la solución que me dio era para hartarse a reír, o a llorar…
– Ponte a darle patadas a la puerta a ver si para –
A ver, no hace falta ser ingeniero… darle patadas a una puerta es improductivo, por lo que esa noche tocó pasarla en vela, hasta que a las 5 de la mañana paraba de sonar ese pequeño reactor nuclear.
A la mañana siguiente voy a la gestoría que lleva el tema de la comunidad y le planteo el problema, aunque como no se escuchaba por la mañana no me creyeron, al día siguiente grabo un vídeo con el móvil, por lo que no tuvieron más remedio que creerme, y mientras el efectivo servicio de urgencias llegó, se echaron unos 5 días casi sin dormir por el ruido… a todo esto, casi todas las noches bajaba a darle patadas a la puerta como me dijo el presidente, ya que nadie me daba ninguna opción…
Parece que todo acabaría con el servicio de urgencias en el edificio, pero tardaron unas 2 semanas en arreglarlo (menos mal que el grupo tenía sus más y sus menos, alguna noche me dejó dormir), pero claro, todo se solucionó mucho más rápido cuando de día se pudo escuchar y el sonido llegó hasta el tercero… los de la gestoría se pusieron las pilas. Aunque esto es mucho más raro, los sonidos se escuchan mejor por la noche, y nadie, NADIE, ¡ NADIE ! absolutamente NADIE se quejó, sólo yo. Lo más curioso del tema, es que cuando la empresa responsable estuvo arreglando el desastre, parecía que había una serie de piezas que eran antiguas y no se fabricaban. Estamos hablando de una instalación de presión de un edificio de unos 4 años de edad, que ya tiene piezas antiguas. Si habláramos de electrónica, sería normal, la presión del edificio la está controlando un Core Duo de Intel, y ya no lo hacen, tenemos que ponerle un i5… lo comprendería, pero tratándose de tuberías, bombas de agua y material por el estilo, no creo que la tecnología avance tan vertiginosamente.
Aunque parece que todo se arregló, alguna vez cantaba el grupo de presión, pero no tanto como en sus mejores tiempos.
Cambiamos de tema, y llegamos a los vecinos que teníamos justo al lado, esos que en cuatro años casi no les he visto la cara, a lo mejor unas ¿ 30 veces ? Pero bueno sí que les he oído. Montones de conversaciones, y no hacía falta estar callado para sentirles (las paredes eran finas y todos lo sabíamos) y les gustaba la música, lo cual respeto, hasta cuando sea reggaetón lo que ponen, aunque sea a una hora decente y dificulte la comunicación a los que vivimos en mi casa, pero lo soporto. No comparto la actitud, yo soy más de auriculares, pero he tenido alguna vez la música alta, y lo entiendo, causa una sensación rica sentir cómo la música invade todo tu cuerpo, la vibración, el estar envuelto de sonidos y estímulos, vamos que mola. Pero también soy el que vive en el piso de al lado, y si todos los días inhabilitas la comunicación dentro de mi piso, me puedo sentir invadido. Aunque cuando el vecino ruidoso, no contento con no dejarte hablar con tu pareja en el salón de tu casa, se compra una de estas:(sí una barra de sonido), la ancla a la pared y sientes cómo tiembla la pared entera al ritmo de su música, y no sólo de su música sino de sus terribles destrozos musicales al karaoke, es hora de tomar medidas. Sabemos que lo primero, cuando te calientas es ponerte a molestar más que él dando golpes, poniendo música alta, etc, pero era inútil, por lo que, aunque era un vecino que infundía algo de respeto, bueno, llamémosle por su nombre, tenía pinta de persona agresiva; pero un día harto de la situación, te armas de valor y hablas con el vecino, de buenas, con educación, pidiendo por favor (a eso de la hora de la siesta) que si podía bajar la música un poco; a lo que se negó en rotundo, me amenazó y me gritó, por lo que las deducciones sobre su persona eran correctas.
Barajada esta primera opción, lo siguiente era ir al gestor de la comunidad, los cuáles llevaban sufriendo sus sonidos varios años, pero que hablara con él, que escribiera una carta a la comunidad, cosa que estuve a punto de hacer, aunque fue el detonante principal para abandonar el edificio de una vez por todas.
Aunque los últimos meses con este vecino fueron un poco extraños, porque lo vi mucho más de lo normal, casi todos los días me lo cruzaba (y aunque yo no dejé de saludarle en el pasillo, él iba por épocas), no sólo eso. Un día se dejó la llave en su casa y me pidió por favor si se podía saltar por el balcón (lo cuál desató mucho más mi miedo al pensar que el salto podía ser bidireccional, y los seguros de la puerta de la terraza nunca llegaron a funcionar), todos los días parecía como si alguien rascara en la pared, casi casi como si estuvieran haciendo un agujero poco a poco, es escuchaban gritos de terror (no susto, no cachondeo, no de asco, terror y no era la tele).
Algo que me llamaba la atención de los vecinos de enfrente, porque al de al lado lo tenía muy visto, es que cambiaron varias veces y casi no llegué a verles las caras, es más, muchas veces cuando salía de casa, de estas veces que coincide que te vas a cruzar con un vecino, automáticamente se volvían a meter en casa y cerraban la puerta, y cuando estabas marchándote por las escaleras volvían a salir. Puede que sea un malpensado, muchas veces he salido de casa y se me ha olvidado algo, y he vuelto a entrar, pero después de la comunidad de gente tan rara y tan poco vecinales no sé qué pensar porque pasaba más o menos a menudo.
Bueno, si volvemos atrás en el tiempo (jajaja, seguro que si habéis llegado hasta aquí leyendo, no os hace gracia ver esto…, pero ya queda poco para terminar mi desahogo personal), desde el primer momento el edificio no estaba bien, repetimos, tenía 3 años cuando entramos a vivir, y había fallos de la constructora, en el baño principal, la bañera apenas tragaba agua porque habían echado cemento o algo así, las terrazas tenían grietas (que arreglaron en cómodas mensualidades haciéndome perder días de trabajo, por lo menos fueron 5 veces para cortar un hierro, quitar las grietas, soldar otro hierro y dejarlo mal. El patio, se estaba empezando a agrietear desde el quinto año y lo más importante, había humedades en las tres habitaciones que tenía el piso. La constructora casi se lava las manos diciendo que son condensaciones de no abrir las ventanas, por lo que entre una lucha con la constructora, la casera y todo el mundo se descubrió que las paredes no estaban bien aisladas del exterior y eran finas, por lo que tocó vivir con el moho varios meses y pintar el dormitorio principal 3 veces en 4 años (¡ 3 veces ! porque nadie quería arreglar el verdadero problema), lo que se traduce en tener que dormir en el salón, sacar todo lo del cuarto principal y perder el tiempo. Los otros cuartos también hubo que pintarlos, por el mismo motivo, por lo que tocó sacarlo todo también, y se acumulan muchos trastos en una casa…
Otra cosa que me molestaba era la comunicación del respiradero del baño con los demás pisos del edificio. En ocasiones, frecuentemente, ¡ olía a tabaco ! Seguro que el mismo que luego nos tiraban al patio; pero molesta un poco estar tranquilamente en tu casa, un sitio sin humos, y que un vecino que no está en tu casa te apeste la vivienda. Y relativo a los baños, sé que en todos los edificios cuando un vecino tira de la cisterna se oye, pero al parecer teníamos un sistema especial para evitar los olores a cañerías, el caso es que se escuchaba un estruendo como si tiraran una mesa de madera desde un tercero a la calle… durante el día se soporta, pero cuando hay un vecino con incontinencia a las 2 de la mañana, lo que parece que era común, te sobresalta.
Para colmo, justo antes de irme del edificio, tuve que hacer un viaje a los contadores, que estaban en el ático (por eso de pagar la luz que me corresponde y no me van a facturar a mi), a la bajada me encontré con 4 vecinos en el ascensor, y aunque era mi último día, al entrar al ascensor no saludaron, y al bajar todos abajo y marcharnos tampoco nadie dijo nada. Esto podría haberlo considerado normal si no fuera porque en casa de mis padres todos los vecinos nos saludamos, bueno, a lo mejor no me saludan porque llevo un cartel en la cara diciendo que vivo de alquiler y soy de menor categoría, pero en mi nuevo edificio también me saludaron todos desde el primer día. Hasta el conserje, que me dijo que le llamara al móvil si tenía un problema y que me abría la puerta de la piscina (porque habían cambiado la cerradura hacía unos meses y no tenía la llave actualizada).
Avancemos en el tiempo y apuntemos al último día en el edificio, ese día en el que casi todos los vecinos me saludaron, aunque el gestor de la comunidad, mientras sacaba los muebles se acercó varias veces para decir que cogiéramos varias cajas de cartón, la abriéramos para no rayar el ascensor (y no le hice caso, a ver, las quiero para mi mudanza).
Y algunos diréis… ¿ por qué has aguantado 4 años ? Sobre todo por el precio, casi todos los pisos de la zona eran más caros, había más baratos, pero unos 20€ o 30€ al mes menos o empezaban a estar demasiado lejos, y no compensaba pagar un transporte a los lugares más comunes donde solemos estar mi pareja y yo; por miedo a llevarnos todo lo que teníamos; por la ilusión de pensar que la próxima vivienda sería en propiedad; porque no era el momento. El momento llegó y estoy seguro de que fue una buena decisión