El arduo camino para encontrar unos baños públicos

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A veces, la naturaleza tiene una llamada muy peculiar e inoportuna, cual deidad… o poltergeist. Te puede pillar cómodamente en tu casa… o en un plácido paseo con tu pareja. A lo que hay varias salidas, o disimulas fingiendo sonrisas mientras te retuerces por dentro y aguantas como un macho ibérico, mientras tu pareja se ríe porque ella sabe qué está pasando, o corres, todo lo rápido que puedas sorprendiéndote a ti mismo de la velocidad que eres capaz de coger en busca del baño más cercano.

Como decía antes, las mujeres son capaces de observar esa microexpresión de aquel músculo de la cara que nosotros no sabemos ni que existe y que está diciendo claramente que tienes una misión de obligado cumplimiento.

En ocasiones, estar cerca de un centro comercial es una buena noticia, a estas alturas, yo creo que hay baños en todos y, en muchos de ellos, encuentras señales que indican dónde están. Así que miras a tu alrededor a ver si ves alguna, y allá a lo lejos hay una que te dice que sigas corriendo hacia adelante. Sigues corriendo y pasas dos carteles más que te dicen que los baños están cerca, y que vas por el buen camino, hasta que, de repente te encuentras con esto (es la misma foto de portada pero en detalle):
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Aseos, con una flecha hacia abajo, te detienes y temes por tu vida, por tu dignidad, porque si no terminas tu misión no puedes decir: “¡Señor!, ¡el Carrefour los Patios de Málaga tiene un letrero del baño confuso!, ¡señor!”. Tu pareja, que se acerca a ti lentamente, y eso que la dejaste atrás hace horas (vale, vale, la percepción del tiempo varía en estas situaciones), está riéndose.

Te quedas pensando: “¿A qué cerebro pensante se le ocurrió poner este cartel?”, “¿Hay un ascensor secreto en el que si me acerco al mástil hará que se abra un poco el suelo y me lleve a mi destino?”, “¿Soy tonto? ¿Soy el único que no ve dónde está el baño?”

De repente, te gustaría ver a alguien más en tu situación, un poco encogido, sudando y que se detenga pasmado mirando el cartel. Mientras, te acercas disimuladamente al mástil y buscas algún botón secreto pensando que nadie más (sobre todo tu pareja) se da cuenta de ello y miras a tu alrededor. No hay nada.

En un último aliento, entre la vida y la muerte, tus piernas solas empiezan a correr sin rumbo fijo, ¿ por qué los aseos tienen el fondo diferente ? Y entras al centro comercial, ¿ por qué no hay flecha a la izquierda ? Y corres, vuelas, te planteas por un momento disimular mientras entras al centro comercial, a ver si te va a parar el personal de seguridad y, en ese caso, mi muerte caerá sobre su conciencia, pero da igual, sigues corriendo, por un largo pasillo en el que no sabes si entras a un almacén o a una sala de servicio, pero sigue dando igual, no paras hasta que por fin encuentras el santo grial.

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