Las nuevas generaciones perderán media infancia
Recuerdo de pequeño cuando todas las tardes salía con un balón de fútbol que me habían regalado a jugar a un parque cercano, en la calle de un amigo en la que a lo mejor pasaba un coche cada hora (y los conductores y vecinos lo sabían y nos avisaban) o en alguna calle peatonal o pequeña plaza.
El parque, era un sitio en el que se podía jugar, y supongo que se puede, aunque actualmente está muy descuidado. Para los más pequeños, los columpios de madera (y hierro) y duraderos con arena en la base, los han sustituido por columpios de estos nuevos que parecen de plástico, que a lo mejor duran sólo unos cinco años, y con una especie de goma en la base. Aunque aún recuerdo algunas heridas que me hice con el tobogán o cómo llegaba a casa lleno de arena y piedras hasta en los calzoncillos. Los columpios eran los clásicos de neumático con cadenas, que cuando hacía calor tenías que ser un valiente porque las cadenas ardían y había un tufillo a goma quemada… pero incluso de más grande sabías que la estructura y el neumático podían contigo. Ahora no estoy tan seguro. Es verdad que los pequeños no se harán esas heridas, ni les será familiar ese olor a goma, ni harán ríos y puentes en la arena y les echarán agua transportada con la boca desde la fuente hasta la construcción.
Pero a lo que voy, ahora en la zona en la que hay hierba, donde jugábamos alguna pachanga entre los amigos, sólo hay piedras, ramas sueltas y creo que ahora daría daría miedo intentar hacer una chilena o que siendo portero te estires todo lo que puedas para llegar al balón, grites ¡alta! porque no has llegado y luego caigas al suelo como en los partidos profesionales.
Aquellas calles en las que apenas pasaban coches… no sé que ha pasado con ellas, pero ahora a nadie se le ocurre coger un par de botellas, una chaqueta de chándal y cualquier cosa de color chillón que alguien haya cogido en la calle para hacer dos porterías y tirarse literalmente jugando al fútbol desde las 16:00 hasta las 21:00. Por un lado, porque ya no suele interesar tanto, pero por otro lado están las prohibiciones en el propio vecindario. No recuerdo que montáramos demasiado jaleo (que seguro que sí), pero en toda la tarde tal vez pasaban unos 6 coches.
Por último, las calles peatonales, cuando paso por ellas, sólo veo carteles como el que encabeza el post, “Prohibido jugar a la pelota. Bajo multa”. Cuando recuerdo que en esas ocasiones, hasta los policías de mi barrio me ofrecían la porra para intentar llegar al balón cuando se quedaba atrancado debajo de un coche. Reconozco que el ruido del balón podía llegar a molestar un poco cuando pegaba en las paredes, aunque era una zona con cocheras a los lados, no eran sitios muy transitados. Y cuando chutábamos un poco más alto de lo normal podía llegar (de hecho llegó) a colarse en algún balcón, y el vecino decidía si nos devolvía o no el balón (y llegamos a perder muchos).
Y desde aquí, alguien que yo sé (y él también lo sabe) rescató mi balón la última vez que cayó detrás de una verja, hace unos 14 años, el dueño de la casa no estaba en ese momento y él era vecino suyo. ¡Estoy esperando todavía que me lo traigas!