Automóviles eléctricos y un empresario de mal genio

photo-1519955670870-39171fa51cd8A medida que una civilización evoluciona, la sociedad comienza a basarse en la tecnología de la época. Así, el hombre pasó de recolectar los frutos que iba encontrando en la Tierra a cultivar y comer de su cosecha; pasó de utilizar palos y piedras en bruto a darles forma y construir utensilios; de vivir en cuevas hechas por la naturaleza a construir su hogar. En la sociedad actual, tras la Tercera Revolución Industrial o Revolución de la Inteligencia y, cuando se comienza a hablar de una cuarta, vemos vehículos eléctricos en casi todo el mundo, es muy raro encontrar a alguien por la calle que no lleve cuatro o cinco microordenadores consigo, incluso es frecuente cruzarse por la calle con más de un transhumano. Todos estos avances tecnológicos, comienzan siempre como una forma de hacer más libres a las personas aunque, tarde o temprano terminan haciendo cada vez más cautivos a los usuarios.

Este fragmento pertenece a una de esas historias que entran en mi cabeza un momento y necesitan ser plasmadas para salir de ella. Estoy repartiéndola en varios posts de este blog porque me ha salido demasiado larga. Los capítulos no están por orden cronológico. Por ahora puedes leer:

  1. Un Universo creado de la nada
  2. Cómo su vida se desvaneció en mis manos
  3. Un día normal en el 2040
  4. Miedos irracionales y universos paralelos (primera parte)
  5. Miedos irracionales y universos paralelos (segunda parte)

Hoy tengo una reunión de empresa. De esas en las que David y yo tenemos que ir a presentar nuestro negocio y nuestra empresa a un grupo de ejecutivos, de esos que van a todos lados en patinete eléctrico y no tienen ni idea de qué va la cosa. Es impresionante cómo una multinacional dedicada a la fabricación de coches inteligentes se interesa por nosotros y nos pide ir a Madrid a encontrarnos con ellos y asaltarnos a preguntas, cuestionar la más mínima de nuestras decisiones, incluso a veces despreciar nuestra labor sin haber contratado nuestros servicios. Cuando, si se me ocurriera hacerles lo mismo a la hora de comprar un coche de su compañía, me dejarían tirado con la palabra en la boca y a mi suerte. Pero claro, hay otro factor importante: nosotros necesitamos ese contrato, y ellos no necesitan que les compre un coche, aunque estemos hablando de prácticamente el mismo dinero.

Hemos llegado al edificio de la reunión. Hace mucho eran las oficinas centrales de un banco, y ahora de Edison Motors. Es la planta número veinte, desde la que se puede ver gran parte de la ciudad. Hace muy buen día y se puede observar el cielo azul, algo impensable hace unos años por la contaminación. A pesar de ser una de las ciudades más limpias del mundo, líder en vehículos eléctricos, hemos visto varios coches de gasoil desde la estación de tren hasta aquí. Una vez dentro del edificio pasamos por el mostrador de admisión. Ya no suele haber nadie en estas mesas de admisión. Sólo hay un lector para relojes u otros dispositivos de identificación y cámaras, muchas cámaras, para reconocimiento facial, detección de patrones de comportamiento, seguridad, incluso para hacer un seguimiento de las plantas de la puerta principal. Tanto David como yo acercamos nuestro reloj al lector para dar constancia de nuestra llegada y, en una pantalla frente a nosotros, aparece Samantha Smith, la directora general de la empresa que nos da la bienvenida al edificio. Es un vídeo promocional informándonos de todo lo que hace la empresa, presentando su tecnología, el proceso de fabricación y lo feliz que es el mundo.

Unos minutos después cuando vemos a Samantha en persona, la saludamos y nos acompaña a la sala de reuniones. Nos encaminamos por un pasillo ancho de unos treinta metros. A cada lado del pasillo encontramos varios tipos de plantas con vitrinas. Por un lado, es parte de la estética de estos años, la mezcla de colores de la naturaleza, contraste entre la tierra, hojas, flores, vegetación… por otro, las plantas están detrás de una vitrina, por lo que no habrá mezclas de olores, los alérgicos no reaccionarán a estas plantas; también podrán exponer especies peligrosas y exóticas sin peligro de que nadie las toque ni interactúe con ellas. Por si fuera poco, y aquí está la clave, estas plantas se mantienen gracias a un sistema electrónico que se adapta de forma inteligente a las necesidades de agua, luz y salud de cada especie. Al mismo tiempo, estas plantas ayudan a purificar el aire de todo el edificio. Al final, no es más que una forma de compensar al medio ambiente de todas las emisiones que han hecho en estos últimos cuarenta años.

Una vez en la sala de reuniones, Samantha nos presenta al resto de contertulios. Las presentaciones son muy rápidas, suelo captar rápidamente el nombre de todos los asistentes, cosa que me ha venido muy bien en mi vida profesional, aunque el cansancio me ha jugado una mala pasada y a pesar de que tan solo nos ha presentado a cinco personas, solo he podido coger dos nombres y, porque uno ya lo conocía. Una es la directora de operaciones, hermana de Samantha, Mary Smith, dos mujeres que, a pesar de sus nombres y apellidos son nacidas en España. Nada más terminar la Universidad salieron del país por la falta de oportunidades y hace pocos años volvieron como dos de las personalidades más importantes menores de cuarenta y cinco del panorama tecnológico mundial. Ya había estado con ellas en una reunión anterior. La otra persona que pude captar era Walter Modrick, director técnico. Es un alemán de unos sesenta años, con el pelo blanco, delgado y la espalda muy recta. Ha vivido en varios países del mundo y habla varios idiomas. Se mostraba como un hombre muy tranquilo y parecía que estudiaba mucho sus movimientos. Personalmente no me dio una muy buena primera impresión, no me transmitió confianza, me daba la sensación de que bajo ese talante tan calmado se encierra una terrible hiena que no dejará títere con cabeza.

Nuestro producto es capaz de recibir, procesar, categorizar, presentar información y tomar decisiones o, al menos, aconsejar a alguien sobre la mejor decisión que puede tomar, junto con una probabilidad de que esto suceda. David y yo comenzamos este proyecto hace veinte años. En aquella época se empezaba a hablar sobre la infoxicación, es decir, la saturación de información que teníamos al entrar en una vida digital sin saber gestionarla. El primer sistema era muy rudimentario. Y años más tarde creamos la empresa, aunque prácticamente nos dedicábamos al desarrollo web porque era lo que nos daba de comer. Tiempo después, uno de nuestros mayores logros fue la creación de una aplicación móvil que era capaz de predecir qué cola del supermercado era la más rápida solo con tomar unos segundos de vídeo de las colas. El almacenamiento y procesamiento de datos eran mucho más baratos que cuando empezamos. Y, el sistema, aunque para el usuario era muy sencillo, en realidad, manejaba cerca de 15 exabytes de información. Era capaz de detectar a las personas en la escena, reconocer a los empleados de la caja, a los clientes y la cantidad de productos a cobrar para estimar el tiempo que pueden tardar. El sistema no era infalible, pero fue muy mediático y, aunque tanto David como yo, invertimos casi todos nuestros ahorros en pagar servidores y toda la infraestructura de la aplicación, pronto muchas empresas se interesaron por nuestro sistema y, a día de hoy, encontramos versiones reducidas del mismo en multitud de oficinas, mercados, sistemas de reparto y recogida en los que agilizamos un cuarenta por ciento las operaciones  tanto para las empresas como para los clientes.

Derivado de este proyecto, decidimos dar una pequeña vuelta de tuerca más y no solo utilizarlo para las colas, sino utilizar toda la información para detectar comportamientos fraudulentos, predecir accidentes, ataques terroristas o desastres naturales. Actualmente a partir de varias fuentes de información, se pueden averiguar qué acciones tienen impacto sobre una organización. El sistema es capaz de decidir cuando el sentido común nos engaña. A veces, en una entrevista de trabajo no se puede evaluar si un candidato tiene una mala situación personal que influya en su desempeño. Incluso si es así, puede que la empresa a largo plazo salga ganando. Es posible que un cliente nos vaya a dar problemas o, puede que, por un accidente, puedas llegar tarde a una cita importante. Nuestro sistema es capaz de procesar datos, predecir el accidente y avisarte tiempo antes de que se produzca.

Como habréis podido comprobar, estos sistemas están al borde de la legalidad. Son tiempos en los que, la mayoría de la población ha aceptado vivir en un sistema controlado por ordenadores, sistemas de inteligencia artificial y creación de huellas de ADN para la firma de contratos; y la minoría que no permite que sus datos figuren en sistemas informáticos está bajo sospecha. Así que, quieras o no, tus datos están siempre en un sistema informático. Es cierto que la legislación va años por detrás de la tecnología y, el mero hecho de almacenar los patrones de una cara para su reconocimiento facial cuando una persona no ha aceptado figurar en el sistema podría constituir un delito. Podríamos decir que nuestros sistemas no asocian los datos directamente a personas aunque, la verdad es que ayudamos a nuestros clientes a hacer esa asociación sin demasiados problemas aunque, la responsabilidad recaería en ellos.

En estos últimos dos años, aunque no hayamos podido apuntarnos el tanto, y no podamos decirlo en las reuniones con clientes, uno de nuestros sistemas detectó una alta probabilidad de un ataque terrorista en Stuttgart. Era algo importante y grave y nos sentíamos en la responsabilidad moral de hacer lo posible para evitarlo. por lo que profundizamos en el análisis. Descubrimos que el gobierno alemán tenía planeado bombardear Al Raqa, una ciudad al norte de Siria porque pensaban que un peligroso terrorista se encontraba allí, sin embargo nuestros sistemas tan solo indicaban un dieciocho por ciento de probabilidades de que fuera el paradero del terrorista. Pensábamos que no debían morir personas inocentes por un ataque que no tenía sentido y luego sufrir una represalia por ello, no es el primer conflicto internacional de la historia que empieza así. Nosotros nos pusimos en contacto con el Ministerio de Defensa para comunicarles nuestros hallazgos y no percibimos gran implicación por el gobierno de nuestro país. Así que, David viajó a Alemania. Yo no pude ir con él porque mi hija estaba enferma. Mi socio se puso en contacto con las autoridades alemanas y les comunicó lo ocurrido. En ese momento, encerraron a David sin comunicación con el exterior, y a su intérprete en celdas separadas y les sometieron a interrogatorios durísimos. Al cabo de unas horas, pasaron por nuestras oficinas de Málaga, las cerraron y se llevaron todos los equipos informáticos de aquí. No atendían a razones. No comprendían cómo sabíamos nosotros que iban a bombardear Al Raqa, y si el terrorista no estaba allí, es que nosotros sabíamos dónde estaba, incluso nos ofrecimos a ayudarles si nos facilitaban la información. No teníamos por qué ver nada, y nosotros no conoceríamos los detalles de las operaciones, nuestro sistema de inteligencia artificial se encargaría, pero ellos no estaban dispuestos a ello. Finalmente, el ejército alemán bombardeó la ciudad siria, causando más de dos mil muertes y la réplica se produjo igualmente sobre la ciudad alemana. Cuando todo acabó, soltaron a David, no habían encontrado nada relevante en nuestros equipos informáticos, aunque fueron destruidos por el gobierno alemán. No nos consideran terroristas, afortunadamente, pero nos vigilan de cerca. Nosotros perdimos casi un mes de trabajo, todas nuestras operaciones se detuvieron mientras el gobierno alemán nos vigilaba, tuvimos que comprar todo el material informático nuevo. Por suerte, guardamos varias copias de seguridad de todo en varias zonas del mundo y pudimos volver a la normalidad en cuestión de días.

La reunión con Mary, Samantha, el señor Modrick y los demás de la compañía no acabó todo lo bien que me hubiera gustado. Salí de aquella reunión con una sensación agridulce. Un técnico empezó a cuestionar por qué no hacíamos las cosas de otra forma. Aunque empezamos a contestar cordialmente, dando nuestras razones o, simplemente diciendo que tras realizar un estudio previo determinamos que era nuestra mejor opción. Viendo su insistencia y notando que cada vez estaba más agresivo, terminé soltando un: “¿Crees que lo puedes hacer mejor? ¡Hazlo tú!” a lo que siguió un gran silencio incómodo y sentí que el resto del tiempo estuvimos terminando el orden del día rápidamente para que todos pudiéramos salir de aquella sala lo antes posible.

Algo que me llama mucho la atención en este tipo de reuniones es el eterno debate sobre la seguridad de las aplicaciones en un mundo hiperconectado. Personalmente, siempre he pensado que si quieres hacer un sistema impenetrable tienes que poder permitir que todo el mundo lo vea y sepa cómo está hecho. Gran parte de las personas que lo conozcan lo probarán, e intentarán romperlo, y muchos te ayudarán a mejorarlo. Mil ojos verán mejor que seis u ocho. Aunque el sentido común, y digo común porque es lo que sigue pensando la mayoría de la gente, es mantenerlo todo en secreto. Si lo mantienes cerrado al mundo, tendrás menos personas analizándolo y posiblemente haya fallos que habrás pasado por alto. Igualmente habrá personas que intenten romperlo, pero en lugar de ser por interés educativo e investigación, lo harán por intereses económicos y no precisamente con intenciones de arreglar el problema, sino de explotarlo. Eso sí, en un sistema cerrado, tus programadores podrán escribir el código con menos cuidado, incluso insertar puertas traseras para saltarse protecciones, porque a priori, nadie se va a dar cuenta. En definitiva, todos podemos averiguar cómo funciona cualquier tipo de cerradura convencional, como las que han protegido las casas durante muchísimos años, podemos desarmarlas, es más, hay asociaciones dedicadas a ello para verificar que los sistemas son seguros, comunicando cualquier fallo de diseño o fabricación, y por supuesto, también habrá ladrones que las investiguen para robar. Si ahora impedimos a las asociaciones y a los investigadores desgranar el mecanismo de un nuevo tipo de cerradura que yo he inventado, por ejemplo, autodestruyendo el mecanismo ante un intento de desarme, quien se va a molestar y gastar mucho dinero en averiguar el funcionamiento de tu nueva cerradura será solo alguien que pueda rentabilizar de alguna forma su investigación. Y, por supuesto, en el diseño podríamos haber preparado una llave maestra para abrir nosotros las cerraduras.

He pasado gran parte de mi vida profesional con este tipo de cuestiones. Es más, en mi empresa, aunque algunas partes de nuestros proyectos están abiertas, por exigencia de algunos de nuestros clientes más importantes, la gran mayoría del código que desarrollamos es cerrado. Lo considero una imagen de la informática muy de finales del siglo XX. Parece que la única forma de que un problema no sea explotado es que no se conozca, cuando en software, siempre hay problemas, y siempre son explotados. Otro tema es la información que almacenes en dichos sistemas.

Una vez fuera del edificio fuimos a comer algo en la capital. Y me seguía pareciendo impresionante que aún hubiera vehículos que emitieran esos gases tan nocivos a la atmósfera y a los mismos peatones de la ciudad. Es cierto que durante más de cien años se ha utilizado este tipo de transporte de forma masificada, pero a estas alturas los motores de combustión interna no son los más eficientes ni los más robustos, ni los más potentes. Y a David le seguía pareciendo impresionante que yo siguiera fastidiando contratos importantes por culpa de mis arrebatos de mal humor en lugar de sonreír, callarme y hacer como que no pasa nada. En la comida casi no hablamos y encima he tenido que adelantar la vuelta. Amaranta ha vuelto a enfermar y necesito estar con ellas.

¿Continuar leyendo?

Para seguir la historia, mira el siguiente capítulo: Imperecedero. Espero que te guste.

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Foto principal: unsplash-logo rawpixel

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