Miedos irracionales y universos paralelos (primera parte)
No debo tener miedo. Tan solo es una representación virtual de mi cuerpo generada por unos algoritmos que han escapado a mi control. Sin embargo, la única interacción que estos algoritmos pueden tener con el mundo real es a través de este casco y traje de simulación conectados a mi ordenador. Solo depende de mí distinguir la realidad de la mera simulación virtual. Me dispongo a caminar hacia ese nuevo ser que tiene mi misma apariencia y veo cómo copia cada uno de mis movimientos, también se aproxima hacia mí, como si de una imagen de un espejo se tratase.
Este fragmento pertenece a una de esas historias que entran en mi cabeza un momento y necesitan ser plasmadas para salir de ella. Estoy repartiéndola en varios posts de este blog porque me ha salido demasiado larga. Los capítulos no están por orden cronológico. Por ahora puedes leer:
El sistema de realidad virtual está registrando todo lo que sucede. Por una parte, las características físicas del entorno, y, por otra, los cambios tanto mecánicos como en el espectro radioeléctrico, por lo que pasada la simulación podré reconstruir todo lo que he visto desde cualquier ángulo del mundo y todo lo que se ha podido escuchar en cada punto del universo generado, incluso mi propia voz. A partir de ahora empezaré a dejar notas de voz para ayudarme con la investigación más adelante.
Estamos a un metro el uno del otro, incluso puedo notar cómo su pecho se mueve para respirar perfectamente sincronizado con el mío. El sistema está replicando cada ínfimo movimiento, cada mínima expresión, cada palabra que digo, aunque su voz suena algo más grave que la mía. Si somos exactamente iguales físicamente, esto quiere decir que la densidad del aire de este lugar es mayor a la del mundo que conocemos, cosa que no me cuadra con su composición de helio en su mayor parte que es mucho más ligero que el nitrógeno, elemento que compone más del 75% de la atmósfera terrestre. Aunque no debo olvidar que las leyes físicas y magnitudes aquí presentes difieren de mi mundo. Intento rodearle, pero él sigue mi movimiento y me resulta imposible ver detrás de él. Parecemos dos luchadores que no dejan de observarse y no van a dar la espalda a su contrincante ni un segundo. Dejo mi infructífera observación y me acerco a mi clon digital. Aproximo mi mano hacia su cara hasta tocarla, con cuidado, muy lentamente. Él también establece contacto conmigo. Puedo notar sus manos frías y cómo poco a poco la temperatura se va adaptando a la mía. Puedo percibir el tacto de su rostro al deslizar mi mano. Puedo sentir perfectamente el pómulo tal y como si estuviera tocando mi cara, y presto especial atención a la hendidura del hoyuelo de mi barbilla con asombro.
Es un experimento fascinante, observar cómo un programa informático ha sido capaz de generar vida, aunque no sea autónoma, se ha podido generar de la nada un entorno con sus propias leyes físicas que guardan cierta similitud con las de la Tierra, aunque no sea exactamente igual. De vuelta en mi laboratorio, se me ocurren varias formas de utilizar este proyecto. Por ahora, no deja de ser como un videojuego totalmente impredecible hasta para su creador. ¿Qué pasaría si introduzco nuevas formas de vida? Tengo un pequeño cactus en una maceta junto al ordenador y, como no puedo introducir objetos dentro de la simulación, realizaré varias fotografías desde diferentes ángulos para generar un modelo gráfico de mi cactus. Hoy en día la fotogrametría es extremadamente rápida y precisa. Luego introduciré a mano las características químicas de la planta descargadas de Internet. Aunque desconozco la especie exacta, buscaré alguna que se parezca a las fotografías. Cuando era niño, se popularizó un mito, que decía que esta planta era capaz de absorber la radiación de los monitores, aunque siempre me ha gustado el hecho de tener una pequeña planta en mi escritorio a la que contarle mis problemas mientras trabajo. En muchas ocasiones, el simple hecho de comentarlos en voz alta, propicia las soluciones y, al menos, siento que un ser vivo me escucha. Por un momento, me quedo pensando que tal vez debería haber introducido alguna planta comestible, al menos para que mi clon no muriese de inanición. Aunque, pensándolo mejor, solo se trata de una simulación por ordenador de un universo. Todo es ficticio, irreal, cualquier parecido con el mundo tal y como lo conocemos es pura coincidencia.
Espero que la simulación también copie mi planta y podamos ver hasta qué punto evoluciona todo, pero es tarde, continuaré mañana.
A la mañana siguiente, como todas las mañanas, nada más despertar, lo primero que veo es una fotografía que tengo en mi mesita de noche, en la que estamos Esther, Amaranta y yo. Éramos felices en ese momento, aunque fue justo dos semanas antes de enfermar. Estamos delante de una fuente que hay frente a calle Larios, en Málaga. Yo llevo una cazadora vaquera, Esther y Amaranta llevan un abrigo de color rosa. Justo en el momento de la foto, hacía algo de aire y Amaranta tiene la capucha del abrigo puesta en su cabecita. Ella está mordiéndose ligeramente la lengua mientras sonríe. Siempre se mordía la lengua cuando le echaban una foto. Detrás se pueden ver dos esculturas de animales hechas con diodos led que interactuaban con quien los tocara describiendo un patrón de luces al azar. Las esculturas pertenecían a una exposición temporal que hicieron en ese lugar. Aunque al principio, a Amaranta le daba un poco de miedo tocarlos, luego no había quien la despegara del lugar. Paso unos dos minutos mirando la fotografía, y observando todos los detalles… pero tardo poco tiempo en volver al mundo y darme cuenta de que ya no tengo esa vida. Siento un vacío que surge de mi estómago cuando pienso que ya no estoy ahí, que ninguna de las dos está aquí y que yo no soy esa persona, pero he de empezar el nuevo día.
Programo mi cafetera para dentro de diez minutos y voy a darme una ducha. Mientras siento el agua en mi cara e intento espabilarme, repaso mis mensajes de voz desde mi comunicador de la oreja. Tengo cuatro mensajes de Walter avisándome del colapso de su centro de datos por mi culpa, todos de esta mañana y varios mensajes del simulador notificando una saturación del sistema desde hace dos horas. Parte de mí iría desnudo al simulador para ver qué ha pasado, pero no debo permitir que nada ni nadie me arrebate este momento del día.
Minutos más tarde, cojo mi tablet y me siento a disfrutar de mi café, hoy, sin azúcar. Observo cómo hacia las séis de la mañana hubo un pico de utilización de toda la red de ordenadores por parte del simulador. Nunca creí que el sistema pudiese acaparar de esta forma la línea de comunicaciones y utilizar tan intensamente un centro de datos, incluso saltándose las protecciones que estos tienen para separar los recursos de los diferentes clientes. De repente, a las siete y media, la carga computacional del simulador desciende bruscamente. La cantidad de datos generados en ese lapso de tiempo me abruma y tengo que empezar a plantearme el borrar información del sistema porque no dispongo de espacio para almacenar y procesar todos los datos generados. Tal vez pueda ver algo cuando entre al simulador. Se me escapa una sonrisa, tengo ilusión de que esto me lleve a algún lado, aunque no tengo claro aún dónde será.
Tras el café, me pongo el traje de simulación y el casco, mientras hago cábalas sobre lo que puedo encontrarme cuando entre en el sistema. Cuando se generó mi clon, no hubo tanto consumo energético o de recursos computacionales. De repente, todo negro. No observo ningún fallo del sistema, la simulación sigue adelante, pero a pesar de ello, aquel mundo que podía ver ayer ha desaparecido. Para ver qué ha sucedido, volveré atrás en el tiempo en la simulación, sin embargo, no podré interactuar con ella, seré un simple espectador. Volveré atrás en el tiempo unas tres horas.
Entro en aquel clima árido de rocas fractales, con un personaje muy parecido a mí justo en frente. De pronto, las partículas de una de las rocas parece que se están alineando para transformarse en mi cactus. Veo cómo mi reflejo se acerca caminando a él, lo toca y aparta bruscamente la mano al pincharse. Este personaje ha conseguido ser independiente e incluso interactuar con la planta. Él se queda observándola y comienza a hablar. Está repitiendo todo lo que dije ayer, y poco a poco, lo que empieza siendo mi discurso, pasa a ser un conjunto de palabras inconexas y luego una serie de sonidos que para mí no tienen sentido. De pronto, todo empieza a cambiar, empiezan a surgir más cactus alrededor, el ambiente empieza a ser más húmedo, empieza a crecer hierba, flores, varios tipos de plantas, incluso empiezan a crecer árboles. ¿De dónde ha sacado este universo todos estos seres vivos? A partir de una planta ha podido extrapolar y evolucionar muchos seres diferentes. Giro sobre mi mismo y puedo observar todo un periodo de evolución de cientos de miles de años en solo unos segundos, he hecho un gran descubrimiento. Empiezan a surgir lo que parecen ser insectos voladores alrededor de algunas plantas. Observo detenidamente cómo las hojas de muchas plantas se mueven con el aire y con la interacción de los insectos y, mientras tanto veo cómo la única persona de ese mundo va descubriendo las diferentes plantas, las estudia, incluso las come.
Escucho voces detrás de mí. Me giro rápidamente y dos personas se acercan hacia mí, aunque guardan cierto parecido conmigo, no somos iguales. He de recordarme a mí mismo que estoy viendo una simulación que ocurrió hace unas horas. Están hablando, pero no logro discernir sus palabras, aunque por sus expresiones parecen entenderse. Estas personas parece que me atraviesan, ajenos a mi presencia y yo sigo dando vueltas sobre mi mismo cual peonza siguiéndoles con la mirada. Y cuando se hubieron separado de mí, me encuentro con decenas de nuevas personas en aquel inmenso bosque lleno de vegetación, incluso un pequeño hilo de un fluido transparente que no sé si llamar agua surge de la nada, casi sin darme cuenta delante de mí.
Se hace de noche, puesto que el tiempo transcurre de forma diferente en la simulación y en la realidad. Curiosamente, al mismo tiempo que se oscurece el cielo, algunas plantas se iluminan de forma muy tenue, emitiendo muy poca luz, de manera que no impiden ver las estrellas, pero se pueden notar algunos puntos iluminados mientras las personas, entre ellos mi clon, charlan en un extraño idioma. Puedo contar unos diez puntos de luz en el cielo. Aquí no existe un satélite como la Luna, pero parece ser que hay estrellas que están más o menos cerca. Puedo apreciar varios objetos en el cielo de un tamaño aproximado a Venus visto desde la Tierra, aunque bastante más brillante. De entre todos, hay un punto mucho más brillante que los demás. Me quedo mirándolo, embobado, y veo que su luminosidad es pulsante, y su frecuencia va aumentando poco a poco. De pronto se escucha un ensordecedor estruendo, no logro identificar de dónde viene. Intento mirar hacia todas partes, y observo que las demás personas presentes en aquel paraje también lo han apreciado, muchos de ellos se han alertado y se han levantado buscando el origen del ruido. Todos se quedan mirando hacia la misma dirección, veo el miedo en sus rostros y cómo algunos de ellos, instintivamente se dan la mano y se aprietan con fuerza. Yo también me giro para ver lo que ellos están viendo. Es aquella estrella pulsante, que varía su intensidad muy rápidamente, al mismo tiempo que es cada vez más grande, una luz grande y cegadora que impide ver el firmamento. Tengo un deseo arrollador de quitarme el casco, mi respiración está acelerada, como si el peligro fuera real, como si yo fuese a morir ahí.
¿Continuar leyendo?
Para seguir la historia, mira el siguiente capítulo Miedos irracionales y universos paralelos (segunda parte). Espero que te guste.
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Foto principal: Yeshi Kangrang